Mientras espero en la parada del autobús saco mi cuaderno de notas. “Todo el mundo está detrás de alguien”, escribo. Y, no sé por qué, miro al cielo y pienso cómo el Sol que comparto con Heráclito va a explotar algún día y todo lo que se haya escrito desaparecerá sin dejar huella. No quedará nada de todo el amor, la tristeza y los sueños que han existido, ni de su cristalización en las páginas de los libros. Y, aun así, sigo escribiendo, como tantas otras veces, desde la futilidad y la urgencia. Quizás, me digo impulsivamente, consiga darle forma a ese cuento sobre mi padre que se me ha atravesado. Entonces, la veo venir bamboleándose, ataviada con su vestido de premamá, y me apresuro a escribir sobre la página en blanco, aun a sabiendas de que, cuando la revise, la caligrafía será indescifrable. Ella se coloca a mi lado, entre el sol y yo, como un eclipse de luna. “Tienes cara de aburrido”, me dice.
Wednesday, 20 January 2010
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