Tuesday, 23 June 2009

El dinosaurio



Uno de los cuentos publicados en este blog, Inocencia Perdida , ha quedado finalista del 2° Concurso de microcuentos “El dinosaurio”. Con mucha alegría, os lo dedico a todos los que me seguís animando a escribir.


Monday, 22 June 2009

Los domingos, los padres descansan y los niños se aburren


Apenas nada sucede en los jardines de los chalets iguales. El agua de los aspersores crepita sobre el césped borracho. Los perros dormitan sobre las losas de los patios. Un golpe de brisa ojea el periódico abierto sobre una mesa de forja y se detiene en los obituarios. En una jarra de limonada tibia, dos hormigas se rinden. Bajo los árboles que rodean la piscina, todas las hamacas están ocupadas. Los gritos de los niños corriendo calle abajo se alejan hasta desvanecerse. Y las palomas se atreven, por fin, a descender sobre las tumbonas para picotear los cadáveres.

Monday, 15 June 2009

Sentido del deber


- Un momento. Quieta ahí.
El guardia de seguridad agarra a la mujer del brazo a la salida del supermercado. Conoce el tipo: chándal amplio, pelo sin lavar, ojos inquietos. Y nunca compran nada. Ella vuelve el rostro desprovisto de expresión, en el que de pronto cuaja el miedo.
- Acompáñeme, por favor.
- No, yo… no.
- Mire, mejor que no monte un escándalo aquí, delante de todo el mundo.
- Yo… mi… - la mujer hace un gesto hacia la puerta pero luego le sigue, dócil.
Otra característica de los ladrones de medio pelo a los que está acostumbrado: se rinden rápido. Les han cogido con las manos en la masa tantas veces, que ya saben que no hay excusa que les valga y que lo mejor que pueden hacer es colaborar.
Una vez en el despacho del encargado, la mujer empieza a balbucir:
- Por favor, se lo suplico, mi…
- Cállese ¿Qué pasa Miguel? –pregunta el encargado.
- La he pillado robando. A ver, ábrete la chaqueta.
La mujer se sorbe los mocos, baja la cremallera y tiende el paquete al encargado. Al guardia se le escapa el puño derecho hacia el hombro, como cuando su equipo mete un gol. El encargado, visiblemente molesto con ambos, descuelga el teléfono.
- Por favor… sólo… -dice ella.
- Que te calles, hostias –grita el guardia-. Las milongas se las cuentas a la policía.
- Muchas gracias, Miguel –dice el encargado-, la policía ya viene de camino. Y a usted le voy a pedir que se siente ahí y se quede calladita que tengo muchas cosas que hacer.
El guardia de seguridad sale de la oficina y se acerca a una de las cajeras, que sacude la mano hacia él.
- Dime, ¿qué pasa, Miguel?
- Pues que esta es la tercera a la que pillo robando leche para bebés esta semana.
- ¿Leche para bebés? ¡Qué poca vergüenza! ¿Y para qué la quieren?
El guardia infla el pecho:
- La mezclan con la heroína. Parece que así hace más efecto. Fíjate las cosas que discurren.
Mientras la cajera asiente impresionada, afuera, en un cochecito aparcado junto a la entrada, un bebé hambriento se cansa de llorar.

Monday, 8 June 2009

Cuestión de vida o muerte


Cuando salí del hospital llovía, y yo sin paraguas. Corrí hacia el aparcamiento, las lágrimas mezclándose con la lluvia. “Seis meses como máximo”. Al ritmo del Réquiem de Mozart me entregué a planear el futuro coartado: dejar el trabajo –ya no tendría que terminar el maldito informe para el viernes-, dilapidar los ahorros en un viaje largo –Vietnam, Patagonia, Kenia-, vivir una última pasión. Vivir. Pero, al llegar a casa, mi mujer lo desbarató todo:
-¿Qué te ha dicho el médico? –preguntó, mirándome con sus ojos gastados.
Y no fui capaz de mentirla.
-No han encontrado nada- respondí, intentando no mostrar mi decepción.