Apenas nada sucede en los jardines de los chalets iguales. El agua de los aspersores crepita sobre el césped borracho. Los perros dormitan sobre las losas de los patios. Un golpe de brisa ojea el periódico abierto sobre una mesa de forja y se detiene en los obituarios. En una jarra de limonada tibia, dos hormigas se rinden. Bajo los árboles que rodean la piscina, todas las hamacas están ocupadas. Los gritos de los niños corriendo calle abajo se alejan hasta desvanecerse. Y las palomas se atreven, por fin, a descender sobre las tumbonas para picotear los cadáveres.
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Una imagen ciertamente poderosa la de esos cadáveres en las tumbonas. Y terrible metáfora. Me alegra no pertenecer a esa ociosa clase social.
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