Cuando salí del hospital llovía, y yo sin paraguas. Corrí hacia el aparcamiento, las lágrimas mezclándose con la lluvia. “Seis meses como máximo”. Al ritmo del Réquiem de Mozart me entregué a planear el futuro coartado: dejar el trabajo –ya no tendría que terminar el maldito informe para el viernes-, dilapidar los ahorros en un viaje largo –Vietnam, Patagonia, Kenia-, vivir una última pasión. Vivir. Pero, al llegar a casa, mi mujer lo desbarató todo:
-¿Qué te ha dicho el médico? –preguntó, mirándome con sus ojos gastados.
Y no fui capaz de mentirla.
-No han encontrado nada- respondí, intentando no mostrar mi decepción.
-¿Qué te ha dicho el médico? –preguntó, mirándome con sus ojos gastados.
Y no fui capaz de mentirla.
-No han encontrado nada- respondí, intentando no mostrar mi decepción.
Esperando lo inevitable para poder decidir lo que en verdad se quiere.
ReplyDeleteGracias por traerme hasta aquí.