Sunday 6 September 2009

Centrifugado


Si hubiese tenido un perro a lo mejor no habría empezado a hablarle a la lavadora, me digo, mientras, como cada viernes al llegar del trabajo, pongo la colada y me siento en el suelo frente a ella. El cajetín comienza a llenarse de agua con un ronroneo alegre y alentador. Me aflojo la corbata y me quito los zapatos. Saco el móvil del pantalón y lo dejo a mi lado, aunque sé que nadie va a llamarme hasta el lunes. El sonido de la lavadora se hace más agudo y más suave al empezar a girar. Me aclaro la voz y le cuento lo primero que se me viene a la cabeza. Le hablo de la avería de la máquina de café, que ha hecho que todo el mundo esté, si cabe, de peor humor en la oficina. Le cuento que he vuelto a pasar la noche en el sofá porque no he tenido valor para levantarme a apagar la tele. La lavadora gira lentamente y se detiene, como si estuviera rumiando mis palabras. Me da pie. Le confieso que estoy de mal humor últimamente. Todo me saca de quicio. No soporto, por ejemplo, el “pling” insolente del microondas, que parece recriminarme que cene otra vez pasta precocinada. La lavadora parece sumarse a mi rabia y se acelera, así que le confío el desastre de mi última cita. ¿Por qué nadie es cómo aparenta ser en Internet? La lavadora se desata y vibra violentamente mientras yo maldigo a voces y se sacude con ferocidad orgásmica hacia el final del centrifugado. Luego, se queda callada, como muerta de pronto, y no sé qué hacer con ese silencio nuevo, tan vacío. Al fin, la abro, saco la ropa húmeda y la dejo caer con asco sobre el suelo, como si fueran las entrañas viscosas de un pez. Meto la cabeza dentro de la lavadora y grito: ¿hay alguien ahí? Palpo con las manos las paredes del tambor, que parece ser más grande de lo que creía. Me agarro a los radios e introduzco el torso. Dentro, huele a metal y a detergente, a falta de complicaciones. Me giro hasta sentarme, doblo las piernas hacia el pecho y meto los pies. Entonces, la puerta se cierra como una escotilla y la lavadora se pone en marcha. Sumergido en el líquido cálido y acunado por el movimiento, me voy quedando dormido.