Friday, 3 April 2009

Cercanías


Es una de esas tristes estaciones de tren de los suburbios, más bien un apeadero, desde la que nadie viaja por placer, sino sólo por motivos de trabajo. Cada mañana, al amanecer, nos reunimos en el andén el mismo grupo de gente. Los mismos trajes gastados en los codos, los mismos círculos oscuros alrededor de los ojos, idéntica impaciencia de pies y rostro ante el tren que viene con retraso otra vez. A pesar de esa cierta familiaridad o repetición, siempre mantenemos la distancia entre nosotros y nunca hablamos. Incluso cuando llueve, hay quien prefiere la precariedad de un paraguas vapuleado por el viento a compartir el silencio incómodo de la marquesina. Yo mismo evito mirar a los otros, ese desafío, aunque creo que se debe, en parte, a que desde hace unos días me siento como un impostor. Ellos no lo saben, pero, una vez en la ciudad, doy vueltas por las calles para matar el tiempo hasta el tren de las cinco y cuarto. Me echaron del trabajo, ya se sabe, por la crisis. Y, a falta de otra cosa que hacer, he seguido cogiendo el tren por la mañana. Pero hoy, esto se acaba. Lo decido así, de pronto, al ver acercarse el tren. Por primera vez, me dirijo al resto de mis compañeros de viaje y grito: ¡ahora! Y echo a correr hacia el borde del andén, espoleado por los gritos que me siguen a mis espaldas y la energía de los cuerpos que ya se abalanzan encima mí, como mi propia sombra, sobre las vías.
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Foto: Barry Lewis, "A crowded commuter train, 5:30pm at Charing Cross" (1978)

1 comment:

  1. Me gusta mucho todo este espejo oscuro, Nacho. Y también los últimos puentes.

    ¡¡¡Todo un lujo!!!

    Disfruta de las vacaciones, si es que por allí se estila esto en estas fechas (yo marcho para Cazorla a ver si me da un poco el aire de la sierra mediterránea).

    Un abrazo. Javi.

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