Friday, 12 March 2010

Como un gusano


Salió de la ducha mientras yo acababa de aclararme, y se sentó en cuclillas, como un pájaro, sobre la tapa del váter. Enlazó los brazos pálidos alrededor de las piernas y vi el círculo perfecto de la cicatriz cerca del codo. Era sorprendente lo mucho que había aprendido sobre su cuerpo en una sola noche. Busqué sus ojos, pero estaban perdidos en un horizonte privado. Aunque sentía curiosidad por ver cómo se había transformado el mundo, no quería salir, todavía no, de la ducha. Supe que pronto se levantaría, se vestiría y se iría a una vida de la que yo lo desconocía casi todo. Como un gusano que devora el corazón de una rosa, me mordió la idea de que no volveríamos a vernos. Todo lo que quedaría iba a ser ese momento perfecto que me había dado sin saberlo: una visión cargada de misterio que me había hecho sentir tan feliz y tan triste y tan hambriento. Me prometí que si me pedía el número de teléfono, le diría que no, pero al final acabó escribiendo el de su móvil en un trozo de papel. En la puerta, se despidió con un beso leve y bajó las escaleras sin volverse. Dos horas más tarde le envié un mensaje. Y me quedé esperando.

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