Thursday, 17 June 2010

Un bache matrimonial


No dije que lo sabía. Era mejor seguir cocinando juntos, pelearnos por cualquier tontería, ir al cine los domingos. De vez en cuando, mi mujer decía salir con alguna amiga y volvía tarde, relajada y triste, y con el pelo aplastado. Yo hacía café y le contaba cualquier gansada hasta que ella posaba la mano en mi hombro y sonreía.

Una noche, la oí llorar en el baño, y durante unos días estuvo olvidadiza y con aire ausente. Luego, regresó a la normalidad. Nunca más volvió a casa oliendo a aftershave y de aquel hombre no quedó rastro. Aparte de nuestro hijo Miguel.

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