Wednesday 20 January 2010

Sin título



Mientras espero en la parada del autobús saco mi cuaderno de notas. “Todo el mundo está detrás de alguien”, escribo. Y, no sé por qué, miro al cielo y pienso cómo el Sol que comparto con Heráclito va a explotar algún día y todo lo que se haya escrito desaparecerá sin dejar huella. No quedará nada de todo el amor, la tristeza y los sueños que han existido, ni de su cristalización en las páginas de los libros. Y, aun así, sigo escribiendo, como tantas otras veces, desde la futilidad y la urgencia. Quizás, me digo impulsivamente, consiga darle forma a ese cuento sobre mi padre que se me ha atravesado. Entonces, la veo venir bamboleándose, ataviada con su vestido de premamá, y me apresuro a escribir sobre la página en blanco, aun a sabiendas de que, cuando la revise, la caligrafía será indescifrable. Ella se coloca a mi lado, entre el sol y yo, como un eclipse de luna. “Tienes cara de aburrido”, me dice.

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