Wednesday 31 March 2010

Las horas muertas


Al darse cuenta de que andaba por la oficina en pijama y zapatillas, se despertó. Desconcertado, miró a su alrededor, pero la habitación estaba en total oscuridad y no era capaz de localizar las agujas fosforescentes del reloj. Palpó la mesita hasta dar con el interruptor de la lámpara. El despertador ya no estaba allí. Se volvió hacia su mujer, que dormía plácidamente. “Me vas a matar, Marisol”, susurró. Luego, se secó el sudor de la frente con la manga del pijama, el mismo que llevaba en el sueño. Se levantó y deambuló por la casa, abriendo con desgana cajones y armarios, mirando bajo la mesa y detrás del sofá. Acababa de quedarse dormido en un sillón, cuando escuchó el pitido agudo, amplificado por un eco metálico. Lo siguió, adormilado, hasta el baño. Tuvo que arrodillarse para sacar el despertador de la lavadora. Marcaba, otra vez, las siete y media. Cuando entró en la cocina, tras dejar el reloj en el dormitorio, su mujer estaba poniendo la cafetera.

- Hazlo bien cargado, por favor –dijo, como cada mañana.

Después, desayunaron en silencio.

1 comment:

  1. Interesante el bucle entre sueño y realidad, e interesante el tema elegido, con la enorme pereza a cuestas que traemos después de las minivacaciones de semana santa...

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