Ya siempre se emborracha antes de subir al escenario. Sólo así es capaz de soportar la humillación de cada noche, en cualquiera de los cabarets tristes de la ciudad. Pero, no importa cuánto haya bebido, y cada día es más, al muñeco nunca le tiembla la voz al relatar las miserias, los deseos y los miedos más vergonzantes del ventrílocuo. El público, por lo general entretenido en otros menesteres, va ganando interés y acaba riéndose cuando el muñeco revela la disparatada sospecha del ventrílocuo de que él, que tiene el rostro de cartón piedra, esté animado de vida propia. Es la broma final, que desata carcajadas ebrias y aplausos destemplados. El ventrílocuo mira el extremo de su brazo y duda, porque sabe que no es piedad lo que muestra el muñeco cuando se pliega dócilmente para que lo devuelva a la caja.
Friday, 20 August 2010
La sospecha del ventrílocuo
Saturday, 17 July 2010
Tentar a la suerte
Wednesday, 23 June 2010
Taxidermia
No la podía dejar irse. Por eso, cuando se cumplió lo inevitable, decidió contratar los servicios de un profesional. El taxidermista aceptó la tarea con una sorprendente falta de reparos, que compensó con la exigencia de una suma de dinero exorbitante. Llegado el momento, el cliente se sintió incapaz de apreciar en el cuerpo disecado de su mujer la maestría del artista del piquelado y el curtido. Inmune a la suavidad amelocotonada de la piel, la turgencia de los labios, el lustre del cabello sobre el cuello grácil y erecto, sólo acertó a gemir:
- Pero, los ojos, ¡los ojos!
Thursday, 17 June 2010
Un bache matrimonial
No dije que lo sabía. Era mejor seguir cocinando juntos, pelearnos por cualquier tontería, ir al cine los domingos. De vez en cuando, mi mujer decía salir con alguna amiga y volvía tarde, relajada y triste, y con el pelo aplastado. Yo hacía café y le contaba cualquier gansada hasta que ella posaba la mano en mi hombro y sonreía.
Una noche, la oí llorar en el baño, y durante unos días estuvo olvidadiza y con aire ausente. Luego, regresó a la normalidad. Nunca más volvió a casa oliendo a aftershave y de aquel hombre no quedó rastro. Aparte de nuestro hijo Miguel.
Monday, 7 June 2010
Aprendizajes
Friday, 7 May 2010
Está todo dicho
Después de casi diez años, seguimos sin hablarnos. Aunque suene increíble, nadie parece darse cuenta, quizás porque ambos participamos alegremente en las conversaciones con amigos y familia. Las cuestiones prácticas las resolvemos dejándonos notas encima de la mesa: compra pan, mañana a las seis viene el fontanero, recuerda que el viernes tenemos cena en casa de Julita. Si callamos, no es por enfado o porque nos odiemos. Somos muy felices así, y disfrutamos de nuestra compañía en silencio. Lo que pasa es que no sabemos qué decirnos, después de haber confesado en voz alta que nos queremos.
Tuesday, 27 April 2010
A la salida del colegio
Wednesday, 31 March 2010
Las horas muertas
Al darse cuenta de que andaba por la oficina en pijama y zapatillas, se despertó. Desconcertado, miró a su alrededor, pero la habitación estaba en total oscuridad y no era capaz de localizar las agujas fosforescentes del reloj. Palpó la mesita hasta dar con el interruptor de la lámpara. El despertador ya no estaba allí. Se volvió hacia su mujer, que dormía plácidamente. “Me vas a matar, Marisol”, susurró. Luego, se secó el sudor de la frente con la manga del pijama, el mismo que llevaba en el sueño. Se levantó y deambuló por la casa, abriendo con desgana cajones y armarios, mirando bajo la mesa y detrás del sofá. Acababa de quedarse dormido en un sillón, cuando escuchó el pitido agudo, amplificado por un eco metálico. Lo siguió, adormilado, hasta el baño. Tuvo que arrodillarse para sacar el despertador de la lavadora. Marcaba, otra vez, las siete y media. Cuando entró en la cocina, tras dejar el reloj en el dormitorio, su mujer estaba poniendo la cafetera.
- Hazlo bien cargado, por favor –dijo, como cada mañana.
Después, desayunaron en silencio.
Thursday, 18 March 2010
Game Over
Friday, 12 March 2010
Como un gusano
Salió de la ducha mientras yo acababa de aclararme, y se sentó en cuclillas, como un pájaro, sobre la tapa del váter. Enlazó los brazos pálidos alrededor de las piernas y vi el círculo perfecto de la cicatriz cerca del codo. Era sorprendente lo mucho que había aprendido sobre su cuerpo en una sola noche. Busqué sus ojos, pero estaban perdidos en un horizonte privado. Aunque sentía curiosidad por ver cómo se había transformado el mundo, no quería salir, todavía no, de la ducha. Supe que pronto se levantaría, se vestiría y se iría a una vida de la que yo lo desconocía casi todo. Como un gusano que devora el corazón de una rosa, me mordió la idea de que no volveríamos a vernos. Todo lo que quedaría iba a ser ese momento perfecto que me había dado sin saberlo: una visión cargada de misterio que me había hecho sentir tan feliz y tan triste y tan hambriento. Me prometí que si me pedía el número de teléfono, le diría que no, pero al final acabó escribiendo el de su móvil en un trozo de papel. En la puerta, se despidió con un beso leve y bajó las escaleras sin volverse. Dos horas más tarde le envié un mensaje. Y me quedé esperando.
Friday, 26 February 2010
Rituales
Por las noches, después de la cena, friega los platos y recoge la cocina, interrumpiéndose de vez en cuando para tratar de adivinar qué programa de televisión estará viendo su vecino, ese hombre solitario y tímido que le sonríe cuando se cruzan en la escalera. Después, se cepilla los dientes y se acuesta. Le gusta leer en la cama, aunque a veces le es díficil concentrarse. Cuando oye la cisterna del baño en el piso de arriba, apaga la luz y se queda quieta, con los ojos abiertos. A pesar de la costumbre, todavía se le acelera el corazón. Escucha pasos sobre su cabeza y silencios y ruidos indescifrables y, al fin, con una claridad asombrosa, la voz que dice: te quiero. Y se va quedando dormida mientras, arriba, sin que ella lo sepa, su vecino besa la frente fría y acartonada de la que no quiso amarle.